Universidad
Nacional de San Martin. Lectura Mundi
Seminario
“La Lengua Subalterna. Leer a Spivak”.
“El pensamiento feminista de Spivak”, por Karina
Bidaseca
“La verdad de
una situación humana es el itinerario de no poder encontrarla” (Spivak 2013:
138)
I. Acuñar una nueva moneda
Gayatri
Chakravorty Spivak (1942), nacida en Calcuta, se reconoce como feminista,
deconstructivista y marxista. Su vida se encuentra atravesada por lo que, en el
reciente libro publicado por Paidós, “En
otras palabras, en otros mundos. Ensayos sobre política cultural”, llama
las “fases de mi feminismo” (2013: 12). Refiere a ello en
la “Introducción”, sobre el texto de Dante y Virgina Woolf, escrito a partir de
las clases impartidas en 1978 en la Universidad de Texas, momento en que se
encontraba en la primera fase de su feminismo (…) indagando en los grandes
textos para descubrir cómo podían ayudarnos a hacernos sensibles a la cuestión
de género. Lo único que ha cambiado en los años transcurridos, explica, es
que el feminismo se ocupa ahora de múltiples asuntos. “Hoy concibo la
heteronormatividad reproductiva como la institución mas antigua y mas
abarcadora del mundo” (p. 12)
“El feminismo francés en un marco
internacional” (1981) y “Draupadi”
de Mahasweta Devi (1981), que se encuentran en el libro citado, son dos textos coetáneos
que fueron escritos a pedido de Yale
French Studies y Critical Inquiry.
Dice Spivak sobre ellos que “reflejan el comienzo de algo que luego fue llamado
poscolonialismo.” (p. 12) Por entonces estaban naciendo: “Textos de tres
mujeres y una crítica del imperialismo”, y su mas reconocido “¿Puede el
subalterno hablar?” que forman parte de su libro “Crítica de la razón poscolonial” (1999).
En “El feminismo francés…”, se encuentra
la crítica a la relación entre “Occidente” y “Oriente”, y al grupo que define
como “las feministas del Primer Mundo”, en el círculo de intelectuales
interesados ocasionalmente en “rozar
al otro de Occidente” (p. 234). En especial, el texto “Sobre las mujeres en
China” de Julia Kristeva (1977), refiere a las especulaciones que, sin base en
trabajos de archivo, pasan a ser un hecho histórico. Spivak refiere a la “solución” que ofrece Kristeva a las
mujeres francesas sobre las “mujeres sin nombre” del Tercer Mundo, las campesinas
de la Plaza Huxian descriptas por Kristeva en este relato: “Una enorme multitud
esta sentada al sol; nos esperan en silencio, completamente inmóviles. Miradas
calmas, ni siquiera curiosas, pero levemente divertidas o ansiosas: en todo
caso, penetrantes y seguras de pertenecer a una comunidad con la que nunca
tendremos nada que ver (…)” (citado por Spivak, 2013: 234). En realidad la “operación
colonialista” que subyace en el texto se encuentra develada por Spivak en este (auto) interrogante:
“¿Quién esta hablando, pues, ante la mirada de las campesinas de Huxian?”. Para
Spivak el foco debe ser cambiado: “no meramente ¿quién soy? Sino también ¿quién
es la otra mujer? Cómo la nombro? Cómo me nombra ella? Forma esto parte de la
problemática que analizo? La ausencia de estas preguntas impracticables pero
cruciales, es lo que hace que la “mujer colonizada como sujeto” vea a las
investigadoras como criaturas amables y compasivas provenientes de otro planeta
(..) vean el feminismo como establecido en una clase vanguardista y sus luchas
como luchas por lujos finalmente identificables con el “sexo libre” de uno u
otro tipo” (p. 254)
En “Feminismo y teoría crítica”
(1986; University of Illinois Press) confirma: “No puedo hablar de feminismo en
general. Hablo de lo que yo hago, como
mujer, dentro de la crítica literaria. Mi propia definición de mujer es
sencilla: me baso en la palabra “hombre” tal como se la usa en los textos que
sientan las bases de ese rincón del
establishment de la crítica literaria que habito. Llegados a este punto los
lectores podrán decir que definir la palabra “mujer” basándose en la palabra
“hombre” es una posición reaccionaria. En mi condición de mujer, ¿no debería
acuñar yo una definición independiente para mí misma?” (p. 137).
Su
respuesta se encuentra en las reglas del método deconstructivista propuesto por
Derrida: 1. No es posible formular ninguna definición rigurosa de nada, pero si
uno quiere hacerlo puede seguir deconstruyendo la oposición entre hombre y
mujer para demostrar que es una oposición binararia que se desplaza a sí misma.
“Por lo tanto como deconstructivista que soy no puedo recomendar esta clase de
dicotomía” (p. 138) lo cual no significa que las definiciones sean necesarias,
pero su posición es la de dar definiciones polémicas y provisorias: “construyo
mi definición como una mujer, no en la perspectiva de una supuesta esencia de
la mujer, sino atendiendo a las palabras que están actualmente en uso. “Hombre”
es una de esas palabras de uso común. No es una
palabra sino la palabra” (p. 138) Por
cierto “hombre” es un concepto unificador, el “contorno universal de una
conciencia que trasciende el sexo, la raza y la clase” (p. 139). (Vale la pena
destacar que el sujeto soberano de De la
gramatología de Derrida se relaciona con: “el fonocentrismo (primacía de la
voz y la conciencia), logrocentrismo (la primacía de la palabra como ley) y el
falocentrismo (primacía del falo como árbitro de la identidad (legal)” (p. 245)
En
este texto, le interesa volver al histórico divorcio entre marxismo y feminismo
y al psicoanálisis, al notar la omisión que observa en Marx y Freud sobre la
idea del útero como lugar de producción. Es decir, interpretar la reproducción
dentro de una problemática marxista entendida como una “teoría ética” (p. 142).
Respecto de Marx interpreta el lugar de la mujer en la tríada: uso, intercambio
y plusvalía, de modo de anteponer la idea de “externalización” y “alienación”
dentro del proceso de trabajo (tomado de Hegel la alienación es ese
“surgimiento de la negación que permite que algo se anule a sí mismo). Siendo
la mujer una continua fuente de producción de plusvalía (para el hombre que la
posee o a través del hombre para el capitalista que posee la fuerza laboral de
ese hombre) (p. 140). Frente al ejemplo de trabajo cero citado por Marx en la
negación a trabajar de los esclavos jamaiquinos liberados en 1834, menciona
como ejemplo el trabajo de las mujeres que sobrevive en todos los modos
históricos de producción: trabajo fuera del trabajo asalariado y fuera de los
modos de producción. O en el caso de la posesión legal del hijo: el hombre
retiene los derechos de propiedad legal sobre el producto del cuerpo de una
mujer (p. 142). Asimismo, en la lectura sobre Freud (“Mas allá del principio
del placer”), vuelve sobre el útero, la envidia del pene, y el estadio genital
fálico (no clitoriano ni vaginal) para proponer la idea de “envidia del útero
como algo que interactúa con la idea de envidia del pene para determinar la
sexualidad humana y la producción de la sociedad” (p. 144), como lo que llama
el “discurso del clítoris” que ha provocado sendas polémica del feminismo
lésbico estadounidense sobre el privilegio de las mujeres heterosexuales. Su
crítica a las teorías psicoanalíticas implica la constitución del sujeto
sexuado en la familia nuclear y el lugar del colonialismo en este campo.
Propone así al reescribir los textos de Marx y Freud “acuñar una nueva moneda”
que se complemente con la investigación genealógica sobre la escritura de las
mujeres y sus condiciones de vida en el pasado.
II. Sobre la
huella de lo subalterno
“Lo subalterno
es a lo popular lo que el género es al sexo; lo que la clase es a la
pobreza; lo que el Estado es a la nación” (p. 12)
En el texto “¿Puede el subalterno hablar?” escribe la frase “hombres blancos que salvan a
las mujeres color cafés de los hombres color cafés” que expresa los discursos orientalistas salvacionistas de la Mujer
como objeto-fetiche, que se puede trasladar al feminismo occidental de este modo:
“mujeres blancas que salvan a las mujeres de color cafés de los hombres color
cafés” (¿De quién/es las mujeres necesitan “ser salvadas”?)
Spivak dirige su atención a la conformación del Sujeto en tanto Subject (sujeto y tema) como Occidente y
apunta su crítica al texto de Foucault y Deleuze, sobre la
división internacional del trabajo intelectual y sobre la idea
de la representación. Se pregunta por los mecanismos que actúan para dar la voz
al subalterno/subalterna. Spivak considera que el propio acto de representar la otredad es de por sí
colonizador. Su crítica no se limita a los textos y a los dos sentidos de la
representación (vertreten y darstellen) sino a las implicaciones de
considerar al subalterno como un tótem, un fetiche, un símbolo del otro, que
permite al grupo dominante apaciguar su conciencia puesto que este otro ya
queda representado. Esto es, fijado en una identidad, cosificado.
Su
tesis sobre la irrecuperabilidad de la conciencia y de la voz del subalterno (o
mejor de su silenciamiento histórico y textual) es trabajado
con el ejemplo de la práctica del sati. El sati es el sacrificio ritual de las
viudas hindúes, que se autoinmolaban en la pira funeral del marido. Esta
práctica había sido prohibida en 1929 por la administración colonial, a pesar
de que los británicos habían adoptado el principio general de respetar la ley
hindú. Spivak arguye que la figura del sati desaparece entre las posiciones que
para ella han construido los demás. Habría, pues, dos versiones de la libre
voluntad de la viuda y del significado de la inmolación. Los británicos
prohíben su práctica porque la entienden como un crimen y como una tortura,
porque la encuentran repugnante y contraria a razón. La élite colonizada, en
cambio, promueve una versión nacionalista y romántica de la pureza, la fuerza y
el amor de la mujer que se inmola voluntariamente. En la figura del sati, la
viuda está ausente, a pesar de que es objeto de una continua reescritura: está
ausente del discurso imperial, cuya fantasía y representación del sati es la
del hombre blanco que salva a las mujeres de la brutalidad de los nativos y de
una costumbre pagana y atroz; está ausente también del discurso nacionalista y
patriarcal indio, cuya fantasía y representación del sati es que son las
mujeres las que, libremente, escogen morir. En ninguna de estas
representaciones está la voz del subalterno: sólo es una ausencia, un momento
de desaparición. Hay versiones de la voluntad de la viuda, pero son versiones
de otros, porque las subalternas, las viudas, carecen de lugar de enunciación y
de posibilidad de enunciar. El subalterno no ha dejado huellas que puedan
ser recuperadas para producir una contra-historia: carece de posición desde la
cual poder hablar y convertirse en sujeto. No produce un discurso. O, si se
prefiere, el sujeto se convierte en un lugar de conflicto de discursos, en la
instancia a la que se le asigna voluntad y palabra.
Algunos críticos han querido confrontar a
Spivak compilando anécdotas sobre las palabras que gritaban las viudas al
arrojarse al fuego. Ello indica que la tesis de Spivak ha sido malinterpretada.
Ella no afirma que el subalterno no pueda hablar en sentido literal, sino que
su palabra no alcanza el nivel dialógico y carece de un lugar
enunciativo. Critica que la unidad del subalterno aparece como una
categoría monolítica, a pesar que, la conceptualización de Guha y el resto del
Grupo sea lo suficientemente amplia como para que designe a diferentes sujetos.
Por otra parte, explica Spivak (1985) “si en el contexto de la producción
colonial el individuo subalterno no tiene historia y no puede hablar, cuando
ese individuo subalterno es una mujer su destino se encuentra todavía más
profundamente a oscuras” (p. 199)
¿Si hablar significa hablar
políticamente, cómo nos implicamos como académicas y académicos en esa
complicidad con el silenciamiento y por qué? “Porque
cuando una línea de comunicación es establecida entre un miembro de los grupos
subalternos y los circuitos de ciudadanía o institucionalidad, el subalterno ha
sido inserto en un largo camino a la hegemonía” (citado por Salvador, 2006:
23).
En este itinerario,
se vuelve
interesante pensar la propia practica de traducción de Sivak sobre la escritura de la
novelista bengalí Mahaswheta Devi. La autora[1]
cita a la académica india Tejaswini Niranjana quien concibe al sujeto político
poscolonial como un sujeto-en-permanente-traducción: traducción sería el canal
comunicativo entre mujeres de diversas
comunidades lingüísticas y culturales apara dar cuenta de sus experiencias
y necesidades.
III.
Esencialismo estratégico
Su
visión deconstructiva le permite resistir el congelamiento esencialista de los
conceptos de raza, género y clase. “Debemos advertir que el esencialismo es una
trampa. Parece mas importante aprender a entender que no todas las mujeres del
mundo se relacionan exactamente de la misma manera con el hecho de privilegiar
la esencia” (p. 156)
En una entrevista con Ellen Rooney, Spivak refiere sobre la
cuestión del esencialismo estratégico: «una estrategia es adecuada para una
situación, una estrategia no es una teoría» (1993: 4). El esencialismo
estratégico puede ser efectivo como una estrategia específica para un contexto,
pero no como una política a largo plazo contra la opresión y la explotación.
“Hoy el «subalterno»
debe ser repensado”, señala Gayatri Spivak. Sin dudas, estamos frente a un
tiempo histórico singular, en que, “La subalternidad constituye un espacio de
diferencia no homogéneo, que no es generalizable, que no configura una posición
de identidad”. Sin embargo, como prosigue su forma de ver el mundo, Spivak
piensa que el modo en que esa subalternidad se presenta “hace imposible la
formación de una base de acción política” (2006)[2]. Cuando
el subalterno es mujer, como sostiene Gayatri Spivak, “su destino se encuentra
todavía más profundamente a oscuras” (1988:
199).
Permítaseme la ironización que me permito
de un interrogante[3]
que se lee en una entrevista: , ¿Cuál es la medida exacta que disponemos las académicas y académicos para definir entre un proletario del primer mundo, hombre,
blanco, escolarizado y una mujer del tercer mundo de piel oscura,
analfabeta... quién es el explotado y quién el subalterno? ¿Cómo
establecer un orden de opresiones entre las identidades de una mujer
afrodescendiente y pobre, por ejemplo? ¿Es posible pensar la articulación
política entre los que pertenecen al grupo de los explotados y al de los
subalternos? ¿Hay definitivamente como tal, sujetos excluidos?
Si lo pensamos desde
Gayatri Chakravorty Spivak, debemos tener presente que su enunciación es
inescindible de su posición política basada en una lucha emprendida por la
desaparición de la subalternidad. En ella la noción cambia:
"Hoy digo que la
palabra subalterno trata de una situación en la que alguien está apartado de
cualquier línea de movilidad social. Diría, asimismo que la subalternidad
constituye un espacio de diferencia no homogéneo, que no es generalizable, que
no configura una posición de identidad lo cual hace imposible la formación de
una base de acción política. La mujer, el hombre, los niños que permanecen en
ciertos países africanos, que ni siquiera pueden imaginar en atravesar el mar
para llegar a Europa, condenados a muerte por la falta de alimentos y
medicinas, esos son los subalternos. Por supuesto hay mas clases de
subalternos" (Entrevista en Revista Ñ, 2006).
Sobre ello monta Spivak su argumento para criticar al
subalterno como categoría monolítica en que se supone una identidad y
conciencia unitaria del sujeto. Su pregunta
que anticipa una respuesta arrolladora, y escéptica: ¿Puede el subalterno
hablar? es “No”. Es decir, no es
posible recuperar la voz, la conciencia del subalterno, de aquellas memorias
que sólo son los registros de la dominación. Según Spivak, la pretensión de
restituir la voz de la conciencia (subalterna), podría caer en el
espacio de una violencia logocéntrica ejercida desde el lugar de la experticia.
Para ella las voces silenciadas por los poderes son, en sí mismas,
irrecuperables. Construir una extracción representativa de los subalternos desde
la historiografía del poder, es solo extraer las voces de la dominación. No hay
una voz a la que hacer hablar, sino sólo designaciones en los textos. A su
juicio, la empresa subalternista no
es más que una ficción teórica que permite justificar un proyecto utópico de
lectura.
Para Spivak, el
subalterno es una subjetividad bloqueada por el afuera, no puede hablar no porque sea mudo, sino porque carece de espacio de
enunciación. Es la enunciación misma la que transforma al subalterno. Poder
hablar es salir de la posición de
la subalternidad, dejar de ser subalterno. Mientras el subalterno sea
subalterno, no podrá “hablar”. Claro que esta postura sólo se comprende cuando
Spivak desnuda su posición: que
la única opción política posible para la subalternidad, es precisamente dejar de ser subalternos, en otras
palabras, intensificar la voz, hacerla propia, lejos de la representación. El
subalterno no puede hablar porque si habla dejará de ser subalterno.
En todo caso, tanto Guha
como Spivak hablan de sujetos subalternos en el contexto colonial de la India. En sus comienzos el Grupo de Estudios
Subalternos también debió encarar la fagocitación de las voces femeninas y el
tratamiento en los archivos históricos.
En los textos de Guha aparecen tematizadas
las voces femeninas básicamente en dos oportunidades: en los movimientos de
insurgencia campesina en Telangana en y
en su escrito sobre la muerte de Chandra. En ambos casos Guha plantea la
solidaridad de género frente a la fuerte opresión de la estructura patriarcal.
Sin embargo y desde adentro, fue Gayatri
Spivak quien ha criticado fuertemente esta omisión en
la constitución del subalterno como sujeto (sexuado) o la decisiva
instrumentalidad de la mujer como objeto de intercambio simbólico:
“El grupo es escrupuloso en su consideración hacia las mujeres. En varios
lugares, registran momentos en que hombres y mujeres participan conjuntamente
en la lucha y donde sus condiciones de trabajo o educación sufren de
discriminación genérica o de clase. Empero, creo que pasan por alto cuán
importante es la metáfora-concepto mujer para el funcionamiento de su discurso.
Con esta consideración llevaré a término el conjunto de mi argumento. En cierta
lectura, la figura de la mujer es ampliamente instrumental al cambio de función
de los sistemas discursivos, como es el caso en la movilización insurgente.
Nuestro grupo rara vez se plantea los problemas de la mecánica de esta
instrumentalidad. Para los insurgentes, en su mayoría masculinos, la
"femineidad" es un campo discursivo tan importante como la
"religión" (1997: 25).
El propósito de Spivak fue
“mostrar la complicidad entre sujeto y objeto de investigación; es decir, entre
el grupo de Estudios de la Subalternidad y la subalternidad. Aquí también, la
tendencia de los historiadores, no de ignorar, sino de re-nombrar la semiosis
de la diferencia sexual como "clase" o "solidaridad de
casta" (p. 26)
Hay, para
Gayatri Spivak, un “espacio catacrésico” en tanto momento en que el indígena se
apropia de los significados del otro reescribiendo en ellos los signos de la
propia marca”. Bhabha (quien lo toma de Cornel West) como Spivak, hablan de sinecdoquización, o de tener, por decir,
la capacidad de ser ahora mujer, ahora negra, ahora musulmana, que sólo es
posible desarrollar entre aquellas personas que no se encuentran atadas a una
identidad.
IV. Desaprender
Es
en el Prólogo a Outside of the teaching machine, Spivak comienza
diciendo lo siguiente: “En los últimos cinco años, hemos visto una explosión de
estudios de marginalidad en la enseñanza universitaria en los Estados Unidos”
(p. IX) Allí Spivak deja en claro su posición, aunque declara que en aquel momento
no era muy “consciente” de “mi estratégico uso del esencialismo (…) Tal
precaución surge de mi convicción que así como el margen o el “afuera” entra en
una institución o máquina de enseñar, la clase de máquina de enseñar define sus
contornos. La lucha continúa, de diferentes modos después de la infiltración” (Outside IX).
En su libro Crítica de la
razón poscolonial, en el capítulo que titula “Cultura” describe el acto de
la crítica de este modo: “A lo máximo que
puede aspirar una crítica académica responsable es a una cautela, una
vigilancia, una persistente toma de distancia, siempre desfasada, con respecto
a la implicación plena, un deseo de parábasis permanente. Cualquier pretensión
ulterior dentro del cercamiento académico es una trampa” (352). “
Parábasis” (del griego
antiguo,"parabaino enfoque") fue uno de los varios momentos de
la comedia
ática antigua. In questa il era uso
esporre il proprio pensiero e le proprie considerazioni (generalmente
politiche) per mezzo di un della commedia
o, più spesso, del . Es una figura
que representa el margen del teatro griego antiguo en que un personaje o
el coro intenta sabotear la escena principal, incluso quitándose las máscaras,
para interpelar al público ilustre que se ubica en las primeras filas.
El proyecto de “desprender
nuestro privilegio como nuestra pérdida”,
interpela a la academia feminista
occidental, sobre nuestra pretendida universalidad etnocéntrica en la representación
de las mujeres tercermundistas. Su pensamiento nos permite reflexionar sobre cómo leer los textos de las mujeres del Tercer mundo en
las aulas universitarias occidentales hace de la practica pedagógica una praxis
política.
Buenos Aires, 9/10/2013.
[1] Para Dora Salvador en su
artículo “Traducción, género y poscolonialismo”, la traducción abre una
posibilidad enorme para lograr que esa voz silenciada por la hegemonía pueda
ser escuchada. Y así trabaja en la interacción entre traducción, género y
poscolonialismo con el concepto feminista de “affidamento” que surge en el
campo del feminismo de la diferencia de la Escuela de Milán. Aparecido en la
Revista Sottospora bajo el título “Más mujeres que hombres” (1983).
[2] Entrevista a Gayatri Chakravirty Spivak, “Nuevas ropas para el
esclavo”, en Revista Ñ, Buenos Aires, 8 de abril de 2006.
[3] Manuel Asensi pregunta: “¿Cómo poner en la misma balanza a un
proletario francés, blanco, hombre, perteneciente a un sindicato, y a una
colonizada hindú, de piel oscura, mujer o equis, analfabeta y sirviente del
sirviente?” “Nuevas ropas para el esclavo”. Entrevista a Gayatri Spivak, en
Revista Ñ, 8/4/2006.
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