"Para crear las políticas de prevención de riesgos violentos es fundamental pensar en la educación"
Agustina Daguerre García - Feminicidio.net - 19/03/2013
Perú, Lima - El pasado 6 de marzo, acudimos a un conversatorio sobre feminismos y poscolonialidad organizado por la Maestría en estudios de género de la Universidad Católica del Perú en Lima. Allí tuvimos el placer de entrevistar a Karina Bidaseca, pensadora feminista, Coordinadora del Programa Poscolonialidad, pensamiento fronterizo y transfronterizo en los Estudios Feministas, IDAES, profesora de la Universidad de Buenos Aires que recientemente ha publicado Postales femeninas desde el fin del mundo. El sur y las políticas de la memoria, es una exhalación feminista donde reflexiona sobre la necesidad de generar solidaridad y empatía en la construcción de un mundo mejor. Para Karina, “Sexismo, racismo y explotación de clase constituyen sistemas interrelacionados de dominación y determinan la agencia femenina”. De su mano tratamos de clarificar algunos de los conceptos clave de las propuestas de feminismos poscoloniales y sus aportes a la conceptualización del feminicidio en América Latina.
- Hoy en día el término género es una categoría que muchas feministas se niegan a usar, debido a la cooptación que ha sufrido por parte de la tecnocracia. ¿Crees que la categoría género ha perdido potencia?
El género es esa gran categoría que sirvió tanto para la academia como el movimiento, hasta que se pone en crisis desde la teoría de la performatividad de Judith Butler . Su teoría pone en cuestión qué es la mujer, cuando aparecen otras manifestaciones de las mujeres, como las mujeres trans que rompen la idea unificada de una mujer. Y la banalización que sufre el género al ser tomada por los estados de una forma muy licuada o por los organizamos internacionales como algo políticamente correcto. Tenemos un gran problema porque no queremos nombrarlo, no queremos poner género, pero entonces que ponemos, ¡feminismo!. Esta situación nos sirve para potenciar y darle más vida al feminismo.
Cuando las indígenas se declaran feministas a pesar de su gran contradicción, usan un vocablo que no les pertenece, sin embargo al hacerlo reivindican su espacio en este gran pluralismo que es hoy el movimiento. El revitalismo del feminismo latinoamericano viene a romper cierta institucionalización, el adormecimiento del feminismo de los 90 y la burocratización de ese mismo feminismo. Es una época maravillosa que nos toca vivir, donde encontramos una pluralidad de voces que están enriqueciendo el feminismo.
Hay muchas tensiones dentro de los movimientos que tienen que ver con la crisis de esta idea de mujer, la crisis del feminismo respecto a la heterosexualidad, porque no solo hay tensión entre feminismos de color y feminismos blancos, sino también entre feminismo heterosexual y feminismos lésbicos. Y luego la idea de aceptar que los transexuales son mujeres y se identifican como tales, esa es otra discusión de más actualidad también. Hay muchas tensiones y por eso también está tan vital el movimiento. De algún modo, todas estas mujeres se reconocen en el feminismo y esto es excelente porque se enriquece la propia emancipación y la propuesta política del feminismo.
- ¿Cuáles son los aportes de los femininismos postcoloniales a la comprensión de las violencias de género y el feminicidio desde los contextos del sur?
Es muy importante no solo ubicar los legados, las genealogías, sino también fundamentalmente las memorias. Las memorias de la colonialidad que en términos de poscolonialismo, al menos como yo lo entiendo, tiene que ver con una colonialidad que permanece y con un post que no es el fin de nada, sino ver en el presente cómo continúa esa colonialidad. En particular a mí me interesa la política de la memoria. Creo que es una perspectiva de análisis novedosa que tiene que ver con pensar lo que llamamos la matriz violento-genética, es decir, la violencia del feminicidio no es nueva como dice Rita Laura Segato. Hay un riesgo de que perdure como una lengua, como una lengua franca y que se establezca allí, pero no es posible hacer sentido de porqué se está desatando de este modo esa crueldad contra el cuerpo femenino si no pensamos que hay una colonialidad que nos ha marcado como sociedades, que la violencia se ha implementado, se ha hecho práctica social y eso es un buen diagnóstico para pensar cómo es posible encontrar formas de vivir sin violencias contra las mujeres, sin violencias en general. Desde esta perspectiva lo más interesante es pensar porque en Juárez, u otros lugares donde se ha cometido feminicidio, se están pidiendo sitios ceremoniales o monumentos edificados por la memoria de las mujeres, o un banco genético de mujeres desaparecidas por feminicidio, porque también hay mujeres que han desaparecido y los últimos datos que tenemos de ellas es que tenían una amenaza de violencia por sus parejas, ex parejas, etc. Me parece que, al menos, desde nuestra propuesta, hay que pensar activamente una política para trabajar sobre la concientización de la memoria de los cuerpos.
- ¿Cómo entendemos la relación entre acción e inacción de los Estados frente a la violencia de las mujeres? ¿Cómo explicas la minimización del genocidio hacia las mujeres que se expresa en estados que aprueban leyes de igualdad pero que en términos reales no tienen asignado presupuesto?
Es interesante ver cómo funciona el guión del Estado nación es decir, cuando hablamos de Estado no nos podemos olvidar de los nacionalismos, de cómo la nación también se conforma en esa norma que es tan criticada por el feminismo y donde la mujer quedó invisibilizada, quedó olvidada de esa historia violento- genética. Nuestros Estados no están al alcance de las discusiones y cuando les ponemos sobre la mesa esta cuestión sienten que hay mucho por hacer, por pensar. El ejemplo más claro es Juárez, cuando Clara Rojas, la experta en comunicación mexicana, habla de la retórica del menosprecio nos está hablando de eso, es decir, de una cultura de misoginia y de mucho menosprecio por la cuestión de lo que le sucede a la mujer, cuando en realidad se le está enseñando a estos Estados que la violencia contra las mujeres se está instalando como lenguaje, ¡y eso es gravísimo y deberían tomar todos los recaudos! Hay una diferencia básica que es lo público y lo privado. Cuando el Estado dice que los crímenes ocurren en la vida íntima por celos pasionales y todo lo que ya conocemos de ese vocabulario tan infeliz para las mujeres, están reproduciendo el binarismo público – privado y de algún modo desresponsabilizándose y eso es Juárez pero es también los Estados como Argentina. El feminicidio en Argentina se instala como un lugar en la agenda porque aparece en portada en Página 12 y le dedican varias hojas dentro del diario a pesar de que no están bien tratadas, porque los medios suelen caer en el amarillismo, en la reproducción, en el mensaje subliminal que de algún modo instala cuando pasan estas formas de violencia y ahí hay una retórica del menosprecio también. La política de Estado en mi país es bastante así: se aprueba la ley del feminicidio, pero más leyes no quiere decir necesariamente que vaya a mermar, eso también lo sabemos…
La discusión del feminicidio se está tomando muy en serio desde el feminismo con algunas diputadas que han logrado sancionar la ley, ahora están preparando protocolos sobre cómo hacer ese tratamiento en los medios de comunicación, sobre el lenguaje sexista también que está avanzando dentro de los ministerios. Hay avances y eso es muy importante. Por otro lado, la falta de presupuesto en los municipios es clara. Las coordinadoras del área de políticas de género, dicen que les faltan recursos, las ONG que contabilizan las muertes, piden presupuestos porque no lo pueden seguir manteniendo, reciben dinero de ONG internacionales pero el Estado no da presupuesto para tener estadísticas oficiales. Si bien hay una ley buena, que de cierta forma neutraliza también la cuestión como casi todas las leyes, todavía no hay una política que tome el problema con toda su relevancia.
En Argentina estamos pensando las políticas de acción, estamos pensando las políticas de prevención desde los riesgos violentos, es decir, unas políticas donde la educación tiene un rol fundamental, en las escuelas. La escuela es la gran reproductora de los binarismos de género, y en ese sentido la educación es un área donde hay muchas falencias. Para crear esa conciencia, es fundamental pensar en la educación.
- Algunas feministas reclaman a las mujeres indígenas que no incorporan dentro de sus agendas el tema de los derechos sexuales y reproductivos. Ellas ponen sobre la mesa el tema de violencia, la soberanía alimentaria, algunas hablan de cuerpo y territorio, pero para muchas sigue sin ser un tema prioritario. ¿Crees que los feminismos deberían recuperar un dialogo basado en la idea de interculturalidad?
Por un lado, Ciudad Juárez inaugura la discusión respecto al cuerpo y el cuerpo- territorio, es decir cuando identifica la extensión del cuerpo como trofeo de conquista, pero también la extensión de esos cuerpos del territorio en los tiempos de guerra o conflicto .
Cuando aparece el conflicto armado y la guerra era cuerpo a cuerpo una de las cosas que se hacía era violar a las mujeres. Luego en el año 1992, Naciones Unidas declara la violación masiva de mujeres como arma de guerra y elabora una serie de protocolos sobre qué significa esa violencia. Se empieza a tomar más conciencia sobre qué representa el cuerpo femenino en esa extensión del territorio. El cuerpo femenino desde el movimiento indígena se asocia a la pachamama, a la idea de fertilidad y allí es interesante la discusión y aparece más frontalmente respecto a los derechos de salud y reproducción: cómo lo trabaja el feminismo urbano y cómo se problematiza cuando las mujeres indígenas o campesinas no lo sienten de ese modo, no piensan sus cuerpos como “mi cuerpo es mío” que es la gran consigna del movimiento feminista, el cuerpo es más un cuerpo comunitario, un cuerpo colectivo, una matriz que tiene una consistencia más comunitaria.
Con respecto a la interculturalidad lo que yo conozco de mi país está vinculado con el pueblo mapuche, que es el pueblo más radicalizado en Argentina. Tiene un discurso muy interesante en estas cordilleras invisibles con Chile. Para ellos la noción de interculturalidad la brinda la cultura dominante y ahí ya de partida hay una asignación desigual de recurso. Es decir ellos son claros, no les gusta el concepto, no se sienten cómodos con el concepto de interculturalidad porque ahí no pueden negociar dos posiciones que tienen recursos desigualmente distribuidos, que históricamente no fueron oprimidos, explotados, etc. Piensa que la interculturalidad esta de entrada asimilando una posición de igualdad y ellos dicen que no. Los movimientos más interesantes que están planteando esto son los mapuches y también movimientos indígenas en Ecuador. Los aportes más importantes para las propias feministas vienen de los movimientos indígenas.
Como dice la feminista argentina María Lugones, si decimos mujer asociamos directamente la norma heterosexual, si decimos cultura estamos también representando a esa cultura dominante o floklorizando a las otras culturas. Ahí nuevamente hay que salirse de esos binarismos. El gran desafío es cómo hacerlo.
- La violencia sobre los cuerpos de las mujeres indígenas se redobla a nivel simbólico y material. Sin embargo, la relación entre las feministas indígenas y el lesbianismo no es tampoco clara. ¿Qué nos pueden aportar los estudios poscoloniales sobre este hecho?
Es interesante pensar en 1492 como fecha simbólica, obviamente no es un fecha estricta, una fecha que uno pueda identificar precisamente, sino que está hablando en términos simbólicos qué significó la conquista.
La culturas precolombinas, como culturas indígenas retrataban en su arte las posibilidades de pensar en sexualidades no heteronormativas. Y es claro que lo que trajo el descubrimiento de América o el encubrimiento de América como dice Enrique Dussel, junto con esa matriz civilizatoria católica, fue el disciplinamiento de esos cuerpos indígenas. El lesbianismo como propio acto de resistencia es un tema que al menos en Argentina dentro del movimiento indígena no se está explicitando. Lo que si sale siempre en las discusiones con los activistas indígenas y afro es esto de la conceptualización de una mujer indígena conformada como más cercana a la animalidad y reproductora de seres humanos y la de una mujer afro destinada a dar placer. Cómo la herencia colonial si tiene que ver con esa configuración sexual para unas mujeres y para otras. Pero son procesos que están aflorando. Hay una apuesta interesante por pensar el cuerpo como experiencia vivida, como el lugar de la propia práctica.
En el tema de la perspectiva de los cuerpos lo interesante es plantear lo que mantienen las feministas chicanas de la teoría encarnada que tiene que ver con cómo se experimenta en el propio cuerpo esa multiplicidad de opresiones, donde la mujer negra ocupa el último lugar en la posibilidad de sufrir racismo y sexismo, pero a su vez cómo es también una posibilidad para tener agencia y ahí Bell Hooks habla de la posibilidad de agenciamiento sexual en las mujeres afroamericanas.
Regina José Galindo, la artista guatemalteca, tiene una performance muy interesante sobre su propio cuerpo. En sus intervenciones vemos como ella, en su propio cuerpo, va inflingiéndose daño. Tiene una imagen muy potente donde en su pierna se ha escrito con un cuchillo perra. Ese acto de autolesión tiene que ver con una posibilidad de abrir su cuerpo al resto, es decir que su cuerpo exhiba lo que le pasa al resto, como un cuerpo colectivo. Ella dice “yo me tatúo la palabra perra como un acto de resistencia pero a su vez lo hago para abrir mi cuerpo al cuerpo de las otras”.
Yo siempre digo: cuando en las ciencias sociales nos quedamos sin vocabulario, sin lenguaje acudimos al arte. El arte nos ayuda a vislumbrar eso que no podemos nombrar, cuando aún no ha llegado el momento de discutirlo o de maduración de las propias comunidades.
Se trata también de tiempos de discusión. De distintas medidas de tiempo. Otra cosa bien interesante de las discusiones poscoloniales es la puesta en cuestión de los tiempos heterogéneos. La coexistencia de diferentes tiempos, es decir la modernidad también nos implicó un tiempo lineal, único, histórico. Y hay una multiplicad de temporalidades que también se nos escapa en el análisis sociológico, nuestra disciplina hay que verla muy atrás. No tenemos instrumentos metodológicos, nos falta mucho por hacer. Por eso la riqueza de la transdisciplina se hace inminente. Ya no nos alcanza la disciplina única. Eso es un hecho.
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