sábado, 6 de julio de 2013

Nota Ñ 6/07

Hola todxs,

Lxs invitamos a leer el texto que salió publicado hoy 6/07 en Ñ versión impresa:


OPINION

Estudios de género
Violencia en acto y en palabra
Anudados a la teoría estética y a la teoría feminista poscolonial, es posible –dice la autora de esta nota–, interpretar los lenguajes de las violencias de género expresados en la literatura y el arte y abrir la discusión.
Por Karina Bidaseca

“Violencia en acto y palabra”. Revista Ñ. 6/7/2013
Karina Bidaseca
Las violencias de género habitaban desde siempre nuestro mundo. Sólo que yo lo
confirmé tempranamente, cuando leí por primera vez un libro, “La condesa sangrienta”
de la escritora argentina Alejandra Pizarnik. Más tardíamente al escudriñar su “Poema
del nombre propio”, con la arquitectura de la torre del castillo medieval dominado por la
condesa Erzébeth Báthory, hallé que la abyección de la violencia en los cadáveres de
mujeres por feminicidio yace en la base donde se apuntala el orden social
falogocéntrico:
Alejandra, Alejandra
Debajo estoy yo
Alejandra.
Gracias a la literatura, sin dudas. Anudada a la teoría estética y a la teoría feminista
poscolonial es posible, interpretar en espejo, los lenguajes de las
violencias de género expresados en dos formas artísticas que dialogan:
la literatura y el arte visual.
Seducida por el poder alienante de la lengua “simplemente fascista” (Barthes) hallé aquello que
declaman las escritoras afro Toni Morrison y Marlene
Nourbese Philip, y la poeta mapuche Liliana Ancalao, buscando sublimar
las violencias reales.
Unas de modos literales, otras sutiles, todxs enfrentamos los fantasmas y demonios de
nuestro género buscando estetizar la muerte, para sensibilizar a un mundo que de la
mano del feminicidio se precipita en la percepción dramática de la frontera y el
espectáculo.
***
Sixty Million
And more, es el inicio de Beloved, novela de Morrison publicada en 1987 que habla de
la decisión de Sethe, la madre esclava que en un incomprensible acto de amor decide
matar a su hija Beloved, una pequeña niña de escasos dos años, para sustraerla de la
apropiación de su amo. Y finaliza así:
“No era una historia para transmitir.
La olvidaron como una pesadilla
(...) Así, finalmente la olvidaron. Recordarla parecía imprudente, insensato.
No era una historia para transmitir.
De modo que la olvidaron. Como un sueño desagradable durante
una noche confusa (...)
Ésta no es una historia para transmitir.
Riachuelo abajo, en la parte de atrás del 124, las huellas de sus pies vienen y van.
Son muy familiares. Si un niño o un adulto caminara encima, sus pies
encajarían perfecto en los de ella. Si los sacan, volverán a desaparecer,
como si nadie hubiese andado jamás por allí.
Más tarde desaparece todo rastro y no sólo se han olvidado las huellas
sino el agua y lo que hay allá abajo. El resto es el tiempo, la atmósfera.
No la respiración de los olvidados y desaparecidos nunca reclamados,
sino el viento en los aleros, el hielo primaveral derritiéndose
demasiado rápidamente. Sólo el clima. No el clamor de un beso, sin duda.
Beloved.” (358)
De este modo conmovedor Morrison repone, en tres soplos, la misma oración hecha de frases
fragmentadas que interrumpen el texto: que la de Sethe y Beloved no era (no es)
una historia para transmitir. La negación torna antitética la afirmación de la imperiosa
necesidad de una política de la memoria de las mujeres que en virtud de su género,
han sufrido el brutal complejo de opresiones de las violencias de la esclavitud
y experiencia corporal simultánea del racismo-sexismo,
la explotación económica y la esclavitud sexual.
Momento histórico que edifica el imaginario de la erotización exacerbada del cuerpo
femenino negro (y en sus antípodas, la asepsia de un cuerpo indígena des-erotizado
para el mercado sexual del capitalismo, voraz consumidor de cuerpos femeninos).
¿Qué es aquello que debe olvidarse prontamente antes de ser transmitido; qué debe
permanecer oculto, silenciado para no interrumpir y molestar angustiosamente el fluir de
nuestro presente?
***
150 y más, es el inicio de She Tries Her Tongue, Her Silence Softly Breaks de la
escritora canadiense afrocaribeña Marlene Nourbese Philip, que como Morrison
introduce esta doble significación de “contar” (contabilidad de cuerpos muertos en un
barco esclavista de nombre Zong) y “contar” (relato). Se inserta en una nueva estética
narrativa que se balancea entre “la lírica de la "palabra-jazz" (…), la fusión de los
pasajes del Caribe e inglés, muy cerca de un tono creole” (George Elliot Clarke, en su
sitio web). Su escritura se abate en esa tensión entre la lengua paterna (el canon euro
blanco-cristiano masculino), y la lengua materna (negra-africana y femenina). Tal vez el
más citado es el estribillo del Discurso sobre la lógica del lenguaje:
... y el Inglés es
mi lengua materna
es
mi padre lengua
es un idioma extranjero lan lang
idioma
l / angustia
angustia ... [mi traducción]
Philip hace un juego muy interesante con la fonética de la palabra “language” (lenguaje)
para tornarla “anguish” (angustia). Angustia irresuelta en la violencia del acto colonizador
de la imposición de un lenguaje. La lengua extranjera con la cual no logra reconciliarse.
***
Habitada por la angustia del discurso maestro del amo y la metáfora presente del
desierto, la poeta mapuche Liliana Ancalao escribe en Mujeres a la intemperie (2009),
libro escrito en dos idiomas (mapuzungun y castellano): “tengo todavía arena en las
coyunturas y no hay palabras” (,34). Como Philip explica, su búsqueda es por modos
de “no-contar” la historia (la de Zong), en espejo con la declamación de Toni Morrison:
“Ésta no es una historia para transmitir”. Así logra resolver el conflicto de un paisaje
apocalíptico de la violencia originaria, pero más importante aún, la visualidad hipnótica
que produce su lectura marcará indeleblemente nuestras memorias. La palabra se
transmuta en una i-magen (imago) que sigue los contornos de una silueta particular que
sufre una metamorfosis. De algún modo invita a sus lectorxs a imaginar otras siluetas
inconexas (en estadística las llaman nubes de punto que pueden convertirse en
materialidad tridimensional) para perdurar a través del relato. Tensa los límites de la
escritura y hasta de su propio arte, para permitirnos comprobar por sí mismos que “ésta
no es una historia para tramsmitir”.
Este texto que es una reunión de pensamientos, puede ser pensado (¿por qué no?) como un
memorial. Desde su invención la escritura es una forma de incisión, de esculpido sobre un texto;
sea éste una piedra, una vasija, un papel, un cuerpo, muchos cuerpos, un nombre, muchos
nombres tallados en una placa de bronce. Aunque no haya ningún cuerpo, ni los
hallados ni los desaparecidos, o sean sólo “huesos en el desierto”, la fuerza es haber
logrado reunirlos a todos y agrietar el suelo del sentido común, logrando, por
el encuentro entre arte y política, alterar el régimen de lo visible y lo (d)enunciable.
La lista es infinita; pero alimenta la esperanza poder cerrarla.
Imprescriptibilidad, políticas de la memoria y lucha contra la impunidad se vuelven
contranarrativas que cartografiamos en nuestros territorios, ensayando senderos a tientas
en las adyacencias de las metamorfosis que va sufriendo esa cartografía intuitiva cuando
intentamos fortalecer los rincones lábiles del mapa de la praxis feminista. Ciertamente,
como asola en Beloved, cuando caminamos sobre sus huellas, nos damos cuenta que
esas vidas no desaparecen del todo. Y que necesitamos hacer políticas que nos ayuden a
reclamarlas y a no olvidar. Hasta cuando llegue el día que no haya ni una muerta más

por feminicidio.

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